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La primera transmisión radial en Chile data del 19 de agosto de 1922 y fue posible gracias a la iniciativa de los profesores Enrique Sazié y Arturo Salazar, ambos ingenieros de la Universidad de Chile. Ésta se realizó desde un transmisor montado en el Laboratorio de Electrónica de la Casa Central de la propia Universidad, hasta un receptor instalado en el hall del Diario El Mercurio. Aquel día, gracias a un precario equipamiento en que destacaban unos micrófonos de teléfonos corrientes marca Ericsson, y después de muchos ensayos, comenzó la radiodifusión nacional. La transmisión fue simple y breve, y en ella se plasmaron todos los componentes de la primera etapa de la radiofonía chilena: música grabada, música en directo, noticias y comentarios políticos.


El inicio de la sesión constó de unas breves palabras de presentación, para escucharse a continuación la Apertura Tiperary, emitida desde una vitrola. Posteriormente se interpretó música en violín con Enrique Cabré y Nolberto García. La actualidad política se hizo presente mediante la lectura del texto de don Rafael Maluenda titulado El perro de Alcibíades y el perro de Su Excelencia, a lo que prosiguió nuevamente música, esta vez interpretada por la violinista María Ramírez Arellano y el cantante Jorge Quinteros Tricot. La transmisión concluyó con las últimas noticias del día, la Canción de Yungay y un cordial "Buenas noches", modulado por el propio Quinteros Tricot, el locutor de la jornada.

La primera transmisión chilena tuvo un alcance de 100 kilómetros, fue escuchada en La Moneda, la Escuela de Artes y Oficio y en Puerto de Valparaíso.
Cerca de medio millón de personas oyeron esta transmisión, estos auditores fueron principalmente radio aficionados y personas, que estando al tanto del furor que había causado en el exterior este aparato, construyeron sus propias receptores a "galena".

Esta primera transmisión no causó un gran impacto en el país, como ocurrió en Estados Unidos, Europa o Argentina. La radio fue considerada en Chile sólo como un instrumento curioso que servía para escuchar "conciertos en la casa".

Esta experiencia piloto motivó la formación de empresas radioemisoras desde 1923 y generó la necesidad de disponibilidad masiva, y consiguiente importación, de receptores radiales. En ambos aspectos tuvieron participación protagónica Enrique Sazié y Federico Helfman, este último uno de los primeros en importar equipos radiales desde Argentina. Ya en 1930 había disponibilidad para el público de aparatos receptores, a precios accesibles y a la venta en distintas casas distribuidoras de aparatos electrónicos.

La iniciativa de Sazié y Salazar fue la piedra fundacional para una de las experiencias culturales y artísticas más importantes de Chile contemporáneo, como lo es la historia radial.

Federachi
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